jueves, 30 de agosto de 2012

Como la vida misma.

Prefiero la oscuridad. Arde. Y parece que no hay luz. Y me vuelvo a perder. Como lo hacía de pequeña. No tenía miedo de nada, excepto de eso. De la oscuridad. La soledad, escuchar mis latidos, miedo y silencio entre comillas. Y es que es todo tan relativo. Pero odio atar cabos. Y que lo que siento ahora no es casualidad. Que solo me falta la cuerda y la silla. Pero siempre fui una valiente. Y el que está ahí arriba siempre acaba ignorándome. Que solo la cama sabe lo de mis cambios de humor. Lo de mis miedos. La perdida. La soledad. Que lo he vuelto a pensar, sí. Pero es porque sigo teniendo miedo. Y lo peor de todo es que ya no está la luz apagada. Si no que mis arterias y mis venas ya no son las mismas. Y lo único que hay oscuro en mi cuarto acabé siendo yo. Que el dolor ya no dilata como antes, ahora duele.

No hay comentarios:

Publicar un comentario